Mario Draghi (Roma, 3 de septiembre de 1947, Virgo)
adumbra su entorno como la Parca, proyectando una sombra mayor que la que
naturalmente correspondería a un hombre de su talla. Los cristales de las gafas
ligerísimas que siempre lleva dotan a su mirada ojerosa de una acuosidad
batracia, y entre eso y que gobierna en el lodazal europeo de la economía,
Mario Draghi se me antoja un sapo listo de dientes romos.
Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo desde
noviembre de 2011, acaba de bajar los tipos de interés una décima, y por esa
aritmética rara y miedosa del dinero las bolsas europeas han subido un 1%. Pero
Mario sabe mucho de pasta, tanto que es su firma la que rubrica los billetes
que manejamos. En su caso es literal eso de que un autógrafo vale millones.
Es normal entonces que en sus apariciones públicas
sonría con la suficiencia agraz de quien se sabe más valioso que sus congéneres,
pero el hombre se lo ha trabajado mucho. Es economista de carrera, ha sido
Director General del Tesoro y Presidente del Comité de Privatizaciones, labor a
la que se dedicó con tanto ahínco que con los fondos obtenidos redujo la deuda
pública italiana lo suficiente para entrar en el euro. Y tras contribuir a
vender su país, trabajó en Goldman Sachs, el banco de inversión responsable del
fiasco de las hipotecas subprime y de
la crisis financiera de Grecia. Con este historial no me cuesta imaginarlo de
niño, dándole mal las vueltas del pan y la leche a su mamma para así ahorrar y pagarse la carrera. La ironía
está en todas partes.
No obstante, a Mario Draghi le respetan, pero no le
admiran. Su compatriota Maquiavelo diría que en realidad le temen, porque en el
mundo capitalista de hoy, el dinero es lo único que cuenta, y el bueno de Mario
es quien lo fabrica y distribuye. Si un día se le fuera la mano firmando
billetes se iba todo al carajo y se descubría el truco de magia que convierte
el dinero en algo valioso. Quizá entonces, paradojas de la vida, empezáramos a
dar valor a todo aquello que lo tiene per
se. Dejaríamos de hacer la equivalencia ruin del tanto tienes, tanto vales,
y se le perdería el respeto, el miedo y la admiración a todos esos personajes que
se han hecho millonarios a costa de todo y todos los demás.
Y Mario Draghi iría al paro, irónicamente por
trabajar demasiado.
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