María Teresa
Gómez-Limón (Madrid, 9 de diciembre de 1948, Sagitario), diputada de la
Asamblea de Madrid, luce perfil de pajarillo cetrino, viejo y cansado; algo así
como la versión añosa y femenina de Woodstock, el amigo plumífero de Snoopy. Tienen
la culpa su nariz un poco ganchuda y su marcado surco nasogeniano, ese que va
desde las fosas nasales hasta las comisuras de los labios y que los expertos,
tan cachondos, denominan “línea de marioneta”.
Pero parece que María
Teresa tiene poco de marioneta, porque harta de que su bandada no le dirija la
palabra, acaba de darse de baja del Grupo Parlamentario Popular para
convertirse en diputada no adscrita. Hay que señalar que María Teresa lleva más
de un año cacareando a la contra en su gallinero, porque el año pasado pidió al
gallo explicaciones sobre Bárcenas y, meses después, desgualdrajada tras
estrellarse en el Alvia de Santiago, criticó duramente a la ministra Pastor.
Estas disensiones
gustan mucho al personal, de modo que la pájara contestataria ha disfrutado de
minutos de gloria en los medios de comunicación, donde como zorros que son, le
han sacado las entrañas para entretenimiento del público, que también es un
poco buitre. Pero según parece, tanta queja no ha sido escuchada por su bandada
popular, así que María Teresa ha dicho que se larga del corral, pero no de la
granja, porque lo bueno de no ser joven es que los calentones son a medio gas. La
gallina deja el PP, pero no el escaño.
Es posible que si María
Teresa hubiera salido del huevo de la gaviota su lealtad fuera más cerril. Pero
la diputada viene del CDS, allá por 1995, y en las generales de 2004 llegó
incluso a defender la república federal y los matrimonios homosexuales. Cabe
preguntarse cómo esta pájara aceptó cobijarse bajo el ala del PP un año
después, como hizo todo el CDS oficial. También a la Asamblea de Madrid llegó
un poco de rebote, pues ocupó el escaño que dejó libre su alteza Esperanza
Aguirre en 2012.
Total, que la sangre de
María Teresa, al contrario que sus ojos, muy azul no es. Quizá en 2005 pensó
que sí, hasta que la vio desparramada sobre el asiento de un vagón de tren
despedazado. Quizá también entonces se le acentuara esa línea de marioneta. No
hay nada como la visión de la muerte para descubrir qué tipo de pájaro somos y si preferimos
las jaulas de oro o la incómoda libertad.
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