miércoles, 1 de octubre de 2014

Miguel Arias Cañete


Miguel Arias Cañete (Madrid, 24 de febrero de 1950, Piscis) tiene pinta de Papá Noel o de David el gnomo gracias a su nariz simpática, sus gafas redondas y la albura de su barba. Miguel Arias Cañete nos seduce y embelesa cuando degusta un yogur caducado, un jamón ibérico, una sardina gibraltareña o un cerebro de mujer; es lo que tienen los gordos de barba blanca, que son al género humano lo que los osos polares al reino animal.

Miguel Arias Cañete se me examina hoy en el Parlamento Europeo de Comisario de Clima y Energía, que casi son asignaturas antagónicas por cuanto lo que beneficia a la una perjudica a la otra y viceversa. A Cañete van a freírle a preguntas durante tres horas, pero habiendo sido abogado del Estado en su juventud, y corriendo la mayoría de preguntas a cargo de su grupo parlamentario, yo creo que aprobará con nota. Puede que la cosa cambie si sus examinadores son mujeres, porque a lo mejor entonces al exministro le da por aleccionarlas y corregirles las preguntas con esa campechanía tan valorada en España y tan denostada en el resto del mundo, salvo quizás en Italia, donde el más campechano del mundo llegó a Primer Ministro.

Otro asunto que podría obstaculizar la carrera del europarlamentario es que hasta hace unas pocas semanas Miguel Arias Cañete era accionista de empresas petroleras, pues vendió las acciones para no incurrir en previsibles conflictos de intereses si llegara a Comisario de Clima y Energía. Pero a pesar de la venta, muchos recelan de una persona que, tal y como está el mundo, ha recurrido al petróleo para lucrarse. Es como si David el gnomo hubiera tenido acciones de un aserradero, o Papá Noel de una empresa de plásticos. Enterarnos de esas cosas es como perder la inocencia por segunda vez tras averiguar que los Reyes Magos son los padres.

Yo imagino a Arias Cañete, tan espiritoso él, tan resuelto y bonachón, respondiendo a las preguntas con un poco de sorna y cachondeo, hasta que le entre el hambre y sus compañeros de partido pidan un receso para permitirle zampar algo y evitar así que se abalance sobre alguna europarlamentaria apetitosa de la primera fila. Aunque como en España no se come en ningún sitio.

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