Michelle Jenner Husson (Barcelona,
14 de septiembre de 1986, Virgo) tiene mirada azul de manantial porque su juventud no la acredita
para las turbulencias, profundidades y complejidades de una mirada marina,
oceánica. Michelle Jenner es una estatua griega traída a la vida cuyas
interioridades de agua se ven a través de los cristales de sus ojos. Su rostro
fresco, todavía núbil, es más propio de una canéfora que de una reina provecta,
por mucho maquillaje que le apliquen, mal que le pese a Televisión Española.
La edad de Michelle
Jenner lastra o aligera también su interpretación, carcaterizada por una
suavidad impropia de una soberana medieval con más de áspera cretona que de sedosa
gasa. No importa que TVE (o la productora) la meta en un traje digno de los
matachines de la Puerta del Sol, todo relleno y gomaespuma por el que se le escurre
la osamenta curvilínea a la reina de las series patrias. Pero también lastra su
credibilidad como Isabel unas capacidades interpretativas algo limitadas (digan
lo que digan sus premios y nominaciones), debidas quizá a que no completó su
formación escénica. El irresistible físico de la criatura podría haber sido su
mejor aliado y su peor enemigo al atraerla antes de tiempo a las tablas
televisivas; ya se verá cuando cumpla los cuarenta.
De momento, la seguiré
disfrutando, aunque desde que se puso regia ya no me posa como antes, marcando
tatuaje sobre la ingle. Me pregunto si este hacer de vieja tirana desde los veinticinco
años no hará que cuando llegue a los sesenta le entren unas ganas locas de
subirse a unos patines en triquini y comer en el McDonalds. Yo espero que
muerta Isabel, Michelle resucite del cadáver y se encarne en papeles más ajustados
a su físico y sus dotes. Y no me refiero a encasillarla, ni a hacer de sí misma
(como pasa con muchos actores y actrices), sino a que así como la guitarra
eléctrica puntea Thundestruck y el
violín despierta Las cuatro estaciones,
la catalana de padre inglés y madre francesa, bendita mixtura de genes y
nacionalidades, interprete papeles que no resulten antinaturales en ella. Que
enseñe carnes, coño, que ya le llegará la edad de taparlas.
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