Jennifer Lawrence (Kentucky,
15 de agosto de 1990, Leo) tiene cara de muñequita Nancy, esa que de niño le
cogíamos a la hermana para quitarle el canesú y verle las vergüenzas, esperando
descubrir algo más que el decepcionante bajorrelieve de plástico que finalmente
encontrábamos.
Jennifer Lawrence tiene
aspecto de yanqui sanota y bien criada, con esas caderas feraces de hembra de
otra época, cuando la anorexia no estaba de moda entre niñas, diseñadores,
marcas de ropa y fotógrafos. La actriz lleva luciendo sus curvas en el cine
desde el 2008, cuando recibió el premio a la mejor actriz revelación en el
Festival de Venecia, pero ha sido en la reciente filtración de sus fotos
privadas cuando más completamente la hemos visto.
En la gran pantalla
impresionaban sus voluptuosos labios y sus grandes ojos azules, aunque los
escotes generosos que luce en las alfombras rojas ya presagiaban una anatomía
exuberante. Una anatomía de la que al parecer estaba lo bastante orgullosa como
para fotografiarla con su móvil en repetidas ocasiones; retratos que guardaba
en la nube sin la protección adecuada, para suerte del género masculino, rijoso
perdido ante este lúbrico wikileaks.
Supongo que ese orgullo
tan típico de las estrellas es lo que ha propiciado la debacle onanista en las
redes sociales, porque solo un ego tan notorio como sus físicos llevaría a
alguien a fotografiarse una y otra vez en el baño, en el dormitorio, frente al
espejo… Total, que medio mundo ha podido contemplar el cuerpo de la actriz sin
la mano de pintura que le echaron en una de sus pelis del verano, X-Men, días del futuro pasado.
Confieso que desde que
viera estas fotos íntimas me he hecho más fan de la enésima guapa que nos vende
Hollywood, y también confieso que la industria cinematográfica convencional ha
ganado una estrella en la medida en que la ha perdido el porno, porque visto lo
visto, Jennifer Lawrence apunta maneras. Es probable que a la actriz no le
gustara esta última afirmación mía, como tampoco le ha gustado que sus
intimidades salgan a la luz, a pesar del exhibicionismo que caracteriza a su
gremio por naturaleza y necesidad. La muchacha ya ha tomado medidas. Su público
masculino también.
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