miércoles, 17 de septiembre de 2014

Juan Antonio Orenga


Juan Antonio Orenga Forcada (Castellón de la Plana, 29 de julio de 1966, Leo) tiene un primer plano de mafioso ruso afincado en Marbella, embarnecido, canoso y de rostro amable. Pero si se coge distancia su gigantismo condiciona cada rasgo y cada gesto, convirtiéndose en un yeti o un endriago capaz de acogotar a cualquiera que no pertenezca a su raza de jugadores de baloncesto. Juan Antonio Orenga posee esa expresividad capaz de hacerle simpático o temible con solo fruncir el ceño; con la mano abierta te saluda afable o te calza una hostia de defunción y antideportiva.

Esa capacidad de Orenga para cambiar de papel tendría que haberle ayudado a dirigir la manada esquizofrénica que tenemos por selección de baloncesto, que unas veces son lobos y otras corderos. Pero a ojos del macho alfa había ovejas negras que no merecían salir a pastar o a cazar, según les diera en ese momento, y el rebaño o manada afortunada que sí salía diariamente acabó cansada, mareada, despistada y mansa como nunca frente a la jauría francesa, que sí que mordía. Como consecuencia de la masacre, los lugareños que la presenciaron (que siempre son pastores, ya se sabe) bajaron el pulgar para Juan Antonio Orenga, sacrificado ayer martes.

Revisando su historial detalladamente, podría pensarse que tendría que haberlo hecho mejor. Es cierto que de entrenador ha hecho poco, pero había sido el segundo de Sergio Scariolo desde 2009, al que sucedió en 2013, año en que logró la medalla de bronce del Eurobasket de Eslovenia como primer entrenador. Tal vez no aprendió mucho; tal vez la selección francesa que le derrotó en semifinales en ese campeonato le dejó la huella de su bota baloncestista en mitad del culo, y no sé si han visto alguna vez el tamaño de esas botas. A lo mejor en este mundial, el nuestro (o el que iba a serlo) surgió el recuerdo freudiano de la Francia aficionada a la degollina y Orenga la transmitió a su rebaño, que perdió la cabeza antes de tiempo y corrió por el parqué cual gallina decapitada.


Así que Juan Antonio Orenga ha dimitido, porque en la mafia rusa hay una jerarquía y aunque él ya no es sicario tampoco es el Vor v Zakone, y le toca obedecer. También obedecía en su etapa como jugador. Será que no todo el mundo ha nacido para mandar.

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